Cómo percibimos el mundo no solo influye dramáticamente en nuestro estilo de vida sino también en el de los  demás.

Ver el colapso de su hija de cuatro años, acompañado de pérdida del conocimiento y temblores causados por una convulsión, es algo que ningún padre puede soportar. Especialmente cuando las convulsiones se repiten cada día y nunca sabes cuando y donde ocurrirá  el próximo colapso. Ante esta situación,  nos pusimos en contacto inmediatamente con nuestro médico de familia quien pidió a su amiga neuróloga infantil realizar un electroencefalograma (EFG). Después del examen, esperamos impacientemente, en la oficina de la doctora para escuchar su sentencia: epilepsia. Se nos pidió preparar a nuestra hija para dejarla algunos días en el hospital ya que la doctora quería realizar algunos exámenesmás, para elegir el medicamento apropiado para la niña. Los peligrosos medicamentos que la medicina nos ofrece hoy en día, acaban con los ataques pero no eliminan las causas, y provocando  muchos efectos secundarios. La vida de nuestra hija nunca sería la misma.

Fui a consultar un psiquiatra amigo, quien nos había recomendado a nuestro médico de familia, para una segunda opinión acerca del diagnóstico. Al cabo de algunos días de revisar los resultados de los EEG junto a nuestro médico, nos  comunicó: “Diagnosticar epilepsia en niños es siempre dudoso, pero en este caso, los resultados son tan obvios como un caso de libro de texto.” Pero, al ver mi cara, él me habló de una experta neuróloga infantil ya jubilada, quien le había  enseñado en la clínica, y que seguía trabajaba en una clínica privada. Saltamos inmediatamente a esta oportunidad.

La experta doctora empezó preguntando en qué  equipo había sido realizado el EEG. Al escuchar el nombre del hospital, ella nos dijo: “No confío en este aparato. Hemos recibido muchos resultados falsos desde allí. Repetiremos el EEG aquí en nuestro nuevo aparato.” Nos dieron nueva fecha para el EEG y  consulta. Ante los nuevos resultados del EEG, ella dijo: “Bien, pero los resultados ahora no son totalmente obvios” y ella empezó a hacernos decenas de preguntas acerca de nuestra vida diaria. Si habíamos visitado a alguien, pintado algo en la casa, si nuestra hija había tomado recientemente nuevos medicamentos, etc. Cuando le mencionamos que ella había sido tratada de una alergia con ketotifeno, la doctora, en nuestra presencia, fue a su pequeña biblioteca tomó un registro de medicamentos y leyó en voz alta “pueden ocurrir algunos efectos neurológicos secundarios.” Ella pidió retirar el ketotifeno y observar que pasaba en los siguientes días.

Después de retirar  el ketotifeno, los síntomas epilépticos nunca volvieron. Por supuesto, nos retiramos de la asistencia del  médico de familia quien no supo diagnosticar correctamente y por consiguiente dejamos de confiar en la atención médica. Desde  entonces, consultamos médicos, pero nunca les permitimos tomar las decisiones sobre nosotros. De vez en cuando escucho historias similares. Mi estudiante, que pasó por una experiencia similar, decidió escribir bajo mi tutoría su tesis de M. A. sobre el proceso de diagnóstico médico. Los resultados fueron aterradores ya que descubrimos un patrón tras los incidentes particulares: cuanto más joven sea el  médico, más arriesgado será su diagnóstico. Después del incidente con nuestra hija, encontramos un médico de familia que utilizaba métodos de tratamiento naturales. Él nos enseñó que las enfermedades infantiles más comunes no son dolencias para combatir, sino que son las consecuencias de su desarrollo, mientras, que otras patologías, como las alergias por ejemplo, nos indicaban que deberíamos cambiar nuestro estilo de vida. La mayoría de las enfermedades deben generalmente ser aceptadas y tratadas por las fuerzas internas del organismo.

Nuestro nuevo estilo de vida, del álbum familiar 2003

Posteriormente, nos mudamos a un pequeño pueblo y previnimos los síntomas alérgicos eligiendo apropiadamente el agua y la comida. Nuestra decisión más importante fue tomar decisiones activamente, y cuando desconocíamos algo  en medicina buscábamos  consejos profesionales. El nuevo médico fue, para nosotros, más un educador que un practicante de la medicina. Él nos explicaba las enfermedades y sus intervenciones fueron cada vez menos frecuentes, a pesar de tener varios hijos más. Algunas de sus recomendaciones fueron tan increíbles, que consultamos con otros médicos. Básicamente utilizando tratamientos simples y naturales (cebolla, limón, jengibre, miel) y/o gotas y glóbulos homeopáticos, probablemente haya reducido las ganancias de la industria convencional farmacéutica. Enseñándonos como reconocer y tratar las enfermedades más comunes, se privó de hacer negocio con nosotros. Sus beneficios han sido las recomendaciones de sus servicios a nuestros amigos. Desde nuestro primer encuentro, su primer objetivo fue nuestro bienestar y no sus ganancias. ¿Ésta experiencia se relaciona con la experiencia de otras personas?

Si quiere conocer cuán común es esta experiencia, puede pulsar este enlace.

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